El encaje roto de Emilia Pardo Bazán
"Algo de la delicadeza de su trabajo se había comunicado a todo su vivir, a su manera de cuidar a los niños, al claro aseo de sus habitaciones, a la frugalidad de su mesa. Aunque todavía fresca y apetecible, la Cartera guardaba su honra con cuidado religioso, no por miramientos al pillo, de quien no se sabía palabra, sino porque esas cosas estropean la vida y dan mal nombre, era preciso que a su casa viniesen sin recelo sus parroquianas, las señoras principales..." (Casi artista. Pág.91).
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