La sirena negra de Emilia Pardo Bazán
En árida llanura amarilla, cercada por un anfiteatro de montañuelas calvas y telerañosas, iba atardeciendo muy despacio. Crepúsculo interminable; del cielo cárdeno parecía descender lluvia de ceniza sutil; y el sol, que detrás de los cerros se ponía, era un globo sin calor, medio apagado, enorme, una pupila de cíclope agonizante.
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