Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo de Elvira Sastre
Ocurre, después, que abro los ojos y los puños como quien exhala los pulmones después de un esfuerzo sobrehumano e inútil solo porque alguien dijo que había que hacerlo, y miro el reloj, que vuelve a estar en la misma hora que marca todos los días desde que te fuiste: las nada en punto. |