A corazón abierto de Elvira Lindo
Para tranquilizarme, solía decirme que una niña jamás debía tener miedo a la oscuridad porque Jesucristo siempre estaba ahí, sentado en la cama, velando por mi sueño. Yo no quería tener a ese hombre barbudo y vestido con túnica sentado a los pies de la cama.
|