Come, reza, ama de Elizabeth Gilbert
Entonces oí una voz. Por favor, que nadie se asuste. No era una voz hueca como la de Charlton Heston haciendo de personaje sacado del Antiguo Testamento, ni una voz de esas que te dicen que te hagas un campo de béisbol en el jardín. Era mi propia voz, ni más ni menos, hablándome desde dentro. Pero era una versión de mi propia voz que yo no había oído nunca. Era mi voz,pero absolutamente sabia, tranquila y compasiva. Era como sonaría mi voz si yo hubiera logrado experimentar el amor y la seguridad alguna vez en mi vida. ¿Cómo podría describir el tono cariñoso de aquella voz que me dio la respuesta que sellaría para siempre mi fe en la divinidad? La voz dijo: Vuélvete a la cama, Liz. |