El trabajo de una noche oscura de Elizabeth Gaskell
Cuando se marchaba por las mañanas, después de darle un beso, la niña corría hasta cierta ventana desde la que podía verlo en el camino. Un seto lo ocultaba primero, después reaparecía, volvía a perderse de vista de nuevo… Así hasta que alcanzaba una vieja haya en la que podía verlo un último instante. Entonces, se daba la vuelta con un suspiro y, a veces, calmaba los miedos que tenía y de los que no hablaba diciéndose a sí misma en voz baja: «Volverá esta noche». Al señor Wilkins le gustaba sentir que su hija dependía de él para todo disfrute. Incluso se ponía un poco celoso de cualquiera que idease una sorpresa o le entregase un regalo sin que él hubiera sido el primero en informarla de ello. |