La casa del páramo de Elizabeth Gaskell
Los domingos, en lugar de quedarse en el pueblo o en otro sitio, la señora Browne consideraba una obligación llorar sobre la tumba de su marido. Aunque el dolor por su muerte estuviera en el origen de esa costumbre, pues era el mejor de los maridos y el más respetable de los hombres, el hecho de que los demás observaran esa efusión había destruido la pureza de su sufrimiento.
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