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Una aventura arriesgada de Elizabeth Camden
En la casa no quedaba nada para bebe. El doctor Morris había dicho que el cólera se transmitía por el agua, y Flora había puesto unos cubos en el jardín para recoger la lluvia. Pero la poca que quedaba ya se había terminado. Habían abierto las latas de verduras que su madre reservaba para el invierno y habían bebido el agua de los guisantes y los espárragos. Incluso se habían bebido el vinagre de las cebollas y de los pepinillos en conserva. Ya no quedaba ni una gota de agua en toda la casa.
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