El Evangelio de Elisa Victoria
En la caldera del infierno que mantiene hasta arriba de hidratos la civilización en la que nací, sudando alrededor de un horno a quinientos grados, conociendo en profundidad la condición del género humano. Eso me ha enseñado a ser mejor clienta, a recordar que los camareros y los dependientes son personas con cuerpos que laten y sufren, que tienen ilusiones y amores y ojos en la cara para darse cuenta de si eres detestable o no. Porque nada determina la categoría de alguien como la forma en que trata a la casta oficialmente inferior formada por animales y servicio, y yo me siento en el privilegio de ver cómo son los demás en realidad junto a las palomas y los gatos callejeros.
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