El Evangelio de Elisa Victoria
Tengo tanto miedo de perder el norte dentro de este aislamiento que mi locura reside ahí, en vivir aterrada sujetando unas amarras gruesas y secas que nadie más puede ver. Cualquier detalle que se escape a mi control puede hacerme sentir que la cuerda se ha deslizado unos milímetros quemándome las palmas de las manos. En esos momentos necesito quedarme más sola aún y reflexionar sobre lo que ha pasado para manejarme mejor en el futuro, tratar de afianzar lo aprendido como quien memoriza un camino de minas por el que va a tener que pasar mil veces más.
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