Disfraces terribles de Elia Barceló
Todo lector es un voyeur, un mirón que, aunque nunca se atrevería a espiar por el ojo de una cerradura o escuchar tras la puerta cerrada, deriva su placer de asistir a conversaciones privadas, a actos íntimos de lujuria, de crueldad, de vergüenza o de sangre. Y todo investigador, aunque sea literario, es un detective, un prívate eye, como dicen esas novelas americanas que han comprendido lo que se oculta en la base de toda investigación: the eye, el ojo que observa y registra y recuerda.
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