El secreto del orfebre de Elia Barceló
Las cuatro de la mañana. Últimos de diciembre. Escribo ahora para mí, a mano, con mi menuda letra de orfebre, en este piso recién alquilado, semivacío, mientras la nieve cae mansamente tras de los cristales sobre esta calle Clinton, en la que ya no suena la música de la que hablaba Cohen. Escribo para mí. No hay nadie más. No hay nadie más ahora que no está Celia. |