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Un mal nombre de Elena Ferrante
Repitió la frase dos o tres veces, cada vez más alto, como para asimilar bien una orden que le venía de muy lejos, tal vez incluso de antes de nacer. La orden era: debes comportarte como un hombre, Ste’ o la doblegas ahora o no la doblegarás nunca; es necesario que tu esposa aprenda enseguida que ella es una mujer y tú un hombre, y que por eso debe ser obediente.
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