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Las deudas del cuerpo de Elena Ferrante
Un hombre, salvo los momentos locos en los que lo amas y se mete dentro de ti, se mantiene siempre fuera. Por eso, después, cuando ya no lo amas, te irrita incluso el hecho de pensar que alguna vez lo quisiste. Yo le gusté a él, él me gustó a mí, punto. Me ocurre varias veces al ía que alguien me guste. ¿A ti no? Dura un poco, luego se me pasa. Sólo queda el niño, es una parte de ti; el padre, en cambio, era un extraño y vuelve a ser un extraño. Ni siquiera su nombre tiene ya el sonido de antes (….) no hacía más que repetirlo para mis adentros en cuanto me despertaba, era una palabra mágica. Pero ahora es un sonido que me entristece.
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