El diablo también se enamora de Eleanor Rigby
—No soy un monstruo —insistió Sebastian. —No lo eres —apuntó Doyle. —Es solo que... No sé qué me ocurre. No la conozco, ni siquiera me parece bonita, ni comparte una sola de mis aficiones. Es ridículo que la... necesite. —Buscó los ojos de sus amigos—. Lo es, ¿verdad? No iréis a decirme ahora que esto es lo normal. |