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Hombre Tigre de Eka Kurniawan
Los sonidos del mundo se multiplicaban a derecha e izquierda desde las casas vecinas; se encendían las cocinas de petróleo y de carbón y los niños orinaban bajo los plátanos. La gente amontonaba las vajillas sucias en los fregaderos, transportaba cubos de agua desde los pozos y llenaba las bañeras. Mameh oía las bicicletas en dirección al mercado, con la cesta vacía si el dueño iba a comprar o llena si iba a vender. En el extremo de la calle las campanillas de los coches de caballos armonizaban con el repiqueteo de las herraduras. Los perros ladraban antes de revolcarse en la arena y quedarse dormidos de nuevo. Sin embargo, en la cocina solo se oía el hervir del agua y el suave roce de los temblorosos hombros de Nuraeni. Esta es la mujer a la que Komar bin Syueb solía montar con tanta crueldad, pensó Mameh.
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