Uno de los libros que más me ha gustado. Me encantó esa visión de Barcelona
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Uno de los libros que más me ha gustado. Me encantó esa visión de Barcelona
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Me resultó una lectura sencilla y agradable. A pesar de que no me llamaba mucho la atención en un inicio,me sorprendió para bien,ya que se me hizo muy entretenido. El protagonista pasa por situaciones cómicas y surrealistas que,sin duda,me hicieron reír. ¡Muy recomendable! |
Reseña de Riña de Gatos. Madrid 1936, de Eduardo Mendoza Una novela basada en los días previos al comienzo de la guerra civil en un Madrid convulsionado y con una gran dosis de violencia. En este contexto nos lleva el protagonista de una novela que se puede definir con un buldog ingles en medio de una pelea de gatos. El hilo conductor de la novela un probable Velázquez que se intenta vender y un especialista de arte en Velázquez más bien “tonto”, nos muestra sin tomar partido el autor por ninguno de los aspectos políticos que se estaban presentes en esos momentos en la vida política del país. Nos hace descripción seria tanto de la derecha, izquierda, sus extremos más fanáticos, de las ideas de los militares y como no de la falange que se convierte en parte conductora de la trama de la novela............. Leer más --> https://miscriticassobrelibrosleidos.blogspot.com/2011/10/rina-de-gatos-madrid-1936-de-eduardo.html Un saludo Enlace: https://miscriticassobrelibr.. |
La historia es buena pero ha habido momentos en que me he aburrido un poco por tanta política como hay. Entiendo que por la época había que meterla pero casi ha quedado como tema principal. Me han gustado los toques de humor de Mendoza, apellidos de algunos personajes, personalidad de otros. Pero la historia en sí no sé, sinceramente no la veo para un premio. Pero todo esto es mi humilde opinión.
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Entretenido
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Este libro esta bien pero no es el mejor del autor
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Interesante
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Buenisimo
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Buen libro
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Un libro entretenido y bien escrito sobre las aventuras de un dentista catalán, bastante pusilánime y abúlico que se lanza en la política. Conocerá a dos mujeres, la primera bohemia y la segunda será el amor de su vida. Con tela de fondo la Cataluña antes de los Juegos Olímpicos. |
Un libro verboso aunque no denodado de interés. Un autor de piezas fáciles para el teatro, de gran éxito, se ve involucrado en un escándalo financiero con gente influyente. El autor es un mujeriego empedernido que se liga con cuanta mujer cruza, entre ellas, una aprendiz de actriz de baja extracción social. El libro está concebido como un vodevil, pero peca por vetrborreico aunque hay un buen estudio de caracteres catalanes. |
Es la secuela del libro "El laberinto de las aceitunas" con otras sandeces. El protagonista es un pobre tipo sin nombre, hermano de una prostituta y que se pasa casi toda la vida en la cárcel. Esta vez lo liberan para enredarse de inmediato en otras aventuras sórdidas y complicadas que sirven para criticar duramente la sociedad barcelonesa de la política, de los negocios, etc. Por momentos puede resultar hilarante, a veces verboso y largooooo. |
Una nueva trilogía de un autor que normalmente no decepciona. En este caso tenemos un protagonista, Rufo Batalla, el nombre ya promete, catalán de clase media, con estudios e idiomas, sin grandes problemas, salvo el tedio. Lo único que tiene claro es que no le gusta su vida, pero tampoco tiene la iniciativa necesaria para cambiarla, y el hastío le puede. El resto de personajes que van pasando por su vida, tanto en España como en Nueva York, poco interesantes. Lo mejor, el retrato de la España del final de la dictadura, de Nueva York en plena guerra fría y Praga antes de su "primavera". Lo peor, que al ser el primer libro, te da la sensación de quedar todo el aire hasta el siguiente, que espero que no tarde mucho. |
Me gusta Eduardo Mendoza, soy una apasionada de su novela, del humor absurdo que emana de sus páginas y que no es sino una estrategia perfecta para criticar, sin insultos, con inteligencia, con el savoir-faire que también lo caracterizan como persona, determinadas costumbres sociales, la acción política ineficaz que no lleva más que al enfrentamiento del pueblo por las ansias de poder de los gobernantes, para censurar los prejuicios que consiguen hacer del ser humano alguien superficial. Por eso, al ver que Seix Barral había sacado una trilogía teatral de nuestro Premio Cervantes, me apresuré a comprarla; he de confesar que desconocía su labor como dramaturgo. Me llevé una sorpresa al leer en el prólogo que la infancia de Mendoza estaba unida al teatro. No entiendo cómo ha escrito solamente tres obras, Restauración, Gloria y Grandes preguntas. En las tres se nota el sello del autor, pero hoy sólo voy a comentar Grandes preguntas porque es la que más me ha gustado. Es donde he podido distinguir sin dificultad al Eduardo Mendoza novelista, escritor, portador de uno de los estilos que confieso más difíciles sin caer en la tontería, el absurdo, subgénero en el que parece desenvolverse como pez en el agua y que me atrae especialmente porque me obliga a pensar. Y, aunque es cierto que la mayoría de ocasiones el absurdo pretende reflejar lo disparatado de la vida humana, también lo es que Mendoza evidencia además el sinsentido social, quedando sus obras como crítica hacia esa sociedad (que es la nuestra). Creo que Grandes preguntas, obra teatral en la que paradójicamente se hacen constantemente preguntas nimias, Tobías.- … ¿Deportes? Daniel.- ¿Deportes… qué? Tobías.- ¿Le gustan los deportes? Daniel.- Como a todo el mundo Tobías.- La respuesta no es válida es un referente del absurdo de Ionesco o Beckett; algo que no pasará de moda, universal, porque revela la obsesión por hallar la verdad absoluta que, por supuesto, no se encuentra en este mundo en el que estamos solos, como el anacoreta Tobías No lo sé. Yo de las cosas del mundo no me ocupo. Ni siquiera cuando estaba vivo… A los doce años me fui al desierto, a vivir en una cueva. el boxeador Marcial, el recientemente fallecido Daniel, su secretaria, a la que obligó bajo amenaza a ocultar un fraude que cometió «como todo el mundo», o sus mujeres pagadas, mujeres de una noche por las que no sintió ningún aprecio, simplemente las usó cuando tuvo necesidad y las dejó como quien deja algo gastado que ya no le vale. Grandes preguntas es una mezcla entre interrogatorio policial y confesión religiosa (supuestamente el fallecido llega al cielo y supuestamente el guardián le pregunta por sus actos, para juzgar si puede entrar. Nada más lejos de la realidad) Yo indiscreciones no quiero oír. Si usted ha hecho estas cosas y se las quiere contar a alguien búsquese a otro. Yo no estoy aquí para oír fanfarronadas ¿Quién se ha creído que soy? El careo se convierte en un espejo acusador de los valores impuestos por una sociedad que los considera trascendentes, sexo, comida, deportes… hasta que el propio interesado se da cuenta de lo que es importante y, lo que es peor, ya no puede remediarlo. En las repeticiones están condensadas las acusaciones, en la falta de sentido de las preguntas se esconde la falta de sentido de la existencia, propicia para cuestionar a la sociedad y al ser humano Daniel.- ¿Que me guste la tortilla de patatas? Tobías.- Sí Daniel.- No me parece ni bien ni mal. Es una cosa natural Tobías.- Un huevo es una cosa natural. Una tortilla es un atentado contra la naturaleza tal y como Dios la creó. La falta de secuenciación dramática, el no seguir una estructura coherente, consigue crear una atmósfera onírica en la que la realidad se desdibuja en el sueño, en la enajenación Y cuando llegó al valle se encontró que su pueblo había hecho un becerro de oro […] Entonces Moisés lanzó las piedras contra una roca y las hizo añicos. Y a partir de aquel momento ya no hubo más ley…, sólo reglamentos y jurisprudencia. La entrada de Marcial y su monólogo, sin venir a cuento en la conversación entre Tobías y Martín, es demoledora, de una tragedia espantosa, de cómo podemos llegar a aprovecharnos del débil, sin importarnos las consecuencias que deba sufrir, sin afectarnos su muerte y, lo que es peor, sin que todo esto permanezca bajo el amparo de la justicia y pueda quedar, cualquier maltratador físico o moral, cualquier asesino sin una sentencia honesta. Y te vas a reír, pero no noté nada […] sentí como dos…, como dos, no sé, como dos carbones en los ojos. Y Luego ya nada […] Si te hubiera visto, habría podido, quizá habría podido… Pero miré y no estabas, bicho. ¿Adónde fuiste? Esta denuncia aparece en Grandes preguntas, no sólo en el desorden estructural sino en los recuerdos que le vienen a Daniel sobre Missy «Si ella se había hecho ilusiones de alguna clase, yo no tengo la culpa» y a los que Tobías, ese supuesto juez, parece no conceder ninguna importancia. De ahí que nuestro fallecido, al darse cuenta de sus errores y la poca repercusión que van a tener en el veredicto, se lo echa en cara a Tobías, acusándolo de ser igual que él «Somos la misma cara de la misma moneda. Y encima la moneda es falsa». Daniel, símbolo del hombre, se encuentra perdido en un mundo sin sentido. ¿Está realmente en el cielo? ¿es el infierno? ¿es un sueño? Al no tener nada claro, al sentirse parte de una arbitrariedad total es cuando asaltan, tanto al personaje como al espectador, la conciencia de estar solo, la certeza de la incomunicación, la convicción de que nada es importante, de que el paso del tiempo es inflexible, implacable, circular, consiguiendo que todos los desastres vuelvan a cometerse. La existencia no entiende de lógica por eso el espacio de representación está vacío, sólo ocupado por personajes que se sienten fuera de contexto representando escenas incoherentes, contrarias a la razón. En Grandes preguntas se cuestiona la necesidad de la espera puesto que Daniel, desde el primer momento está expectante por saber qué se va a decidir hacer con él, y tras el interrogatorio se da cuenta de que nadie decide nada, que todo le ha servido para reflexionar, para que reflexionemos, sobre sus hechos y los de quienes lo rodean, pero va a continuar solo aun en la falsa esperanza de una vida eterna tras ser absuelto «No hay ningún veredicto». No hay vida eterna, no puede haberla desde el momento en que la vida terrenal es irracional, por lo tanto si la existencia no tiene lógica, es inexplicable que intentemos buscar fundamento en una vida imaginaria. Tobías.- Estamos llegando al final. La luz se apaga y la vida es como un sueño olvidado al despertar. Ya se irá acostumbrando. A todos les cuesta. Pero poco a poco se van haciendo a la idea. Grandes preguntas pertenece a ese teatro intelectual que exige un análisis profundo, al que llamamos absurdo. El público está presente desde el principio experimentando cierta identificación al reflexionar sobre las respuestas de Daniel. Si los diálogos dejan que los personajes se den a conocer como emblemas de determinados grupos sociales, los gestos y movimientos ayudan a reforzar la riqueza lingüística, riqueza que, no podía ser de otra manera en el absurdo y en particular en Mendoza, adolece de todo tipo de humor: al plasmar lo relativo del paso del tiempo «(Sale una luna muy grande da una vuelta por el horizonte y vuelve a desaparecer) ¿Lo ve? Aquí el tiempo pasa volando.» Humor al exponer la importancia absoluta que otorgamos a ciertos aspectos y que en realidad es relativa Tobías.- La religión se ha de practicar con moderación, a diferencia del sexo. Daniel.- ¿El sexo no se ha de practicar con moderación? Tobías.- No lo sé. Es lo que dice el prospecto… Humor irónico al referirse a aquéllos que creen saberlo todo Tobías.- ¿Usted en la vida era un sabio? Daniel.- ¿A qué se refiere? Tobías.- Es tonto, obstinado y grandilocuente… Humor en el significado denotativo de las palabras Tobías.- Trascendente, según la escolástica, es lo que queda fuera de toda experiencia posible, es decir, más allá del espacio y del tiempo. Si lo decía en ese sentido… Daniel.- No. Sólo quería decir una relación sin compromiso… Humor crítico hacia los psiquiatras «…tendrá que ir al psiquiatra. Pero no sé cómo lo hará, porque aquí no los dejamos entrar.» Y hasta cierto sarcasmo al referirse a las normas que deciden quién va al cielo o al infierno «¡Uf, hay tanto! La predestinación, la misericordia divina, un sorteo. ¿Qué diferencia hay?» Puesto que estamos en una obra teatral, la comunicación no verbal es igual de importante para poner en marcha el espectáculo. Encontramos en Daniel gestos emblemáticos que acentúan su respeto ante el interlocutor, supuestamente superior, hasta que se da cuenta de que son «dos caras de la misma moneda» por lo que cambia además el tono sumiso anterior por otro testimonial con la finalidad de que todos nos identifiquemos. Asimismo, el tono de Tobías varía a lo largo de la obra, desde el interrogatorio para dar la impresión de que sólo quiere informarse, hasta el coercitivo para imponer su voluntad, quiere que Daniel llegue a donde a él le interesa, pasando por el irónico para ridiculizar determinadas apreciaciones sociales no del todo correctas: Tobías.- Bah, el amor, el amor… ¿Qué pinta en todo esto el amor? San Francisco amaba a los animales y no bailaba con ellos. Y que yo sepa no hizo ningún intento de reproducirse… […] Tobías.- ¿No se peleaban nunca? Daniel.- Con mi padre, alguna vez. Tobías.- ¿A puñetazos? Daniel.- ¡No! Por cosas sin importancia. La diferencia generacional, ya sabe. Tobías.- Por supuesto. Mi padre compraba y vendía […] Desde pequeño yo quería ser anacoreta. Tuvimos unas palabras ¿sabe? Y puñetazos… Por eso se lo preguntaba. Tobías, realiza al comienzo de la obra un gesto ilustrador al cambiar su actitud y dar credibilidad a lo que va a suceder «(Tobías lo ve, deja de cantar y adopta una expresión seria)». Gesto que irá transformándose en aburrido, según se desarrolla el diálogo. Los gestos reguladores favorecen la función fática, de contacto entre los personajes, aunque a veces, por medio de las acotaciones, entendamos que esa interacción se rompe. Estamos condenados a no entendernos Daniel.- Como le acabo de decir. Yo había ido a tomar una copa… (Interrumpiendo a Tobías, que se dispone a hacer una pregunta) ¡No recuerdo cual! El personaje de Marcial es quien probablemente realice más gestos adaptadores, que incrementan su tensión con determinados tics y pretenden controlar su estado emocional. Y él: Te vas a reír, me dice, te vas a reír […] Y yo: ¿qué estás diciendo?, ¿te has vuelto loco o… loco o qué? Y él […] (Pausa) Y entonces voy y le digo: está bien, te vas a reír, acepto, pero sólo por esta vez y porque es de beneficencia Lo que apenas encontramos son gestos emocionales. Los sentimientos no tienen cabida en una sociedad despiadada, irracional. Tobías.- Nadie ha dicho que esto fuera un juicio. Esto no es más que un test. Vuelva a sentarse. Por eso, las grandes preguntas son aquellas que se refieren a todo lo que hacemos y a lo que no concedemos importancia, bien porque es la costumbre, bien porque lo encontramos intrascendente y, al final, dejándonos llevar por “lo políticamente correcto” estamos creando una sociedad absurda, desnaturalizada, deshumanizada. Enlace: http://elblogaurisecular.blo.. + Leer más |
me pareció lo más divertido que podría haber leído nunca. está escrito de un modo que hace que siempre quieras leer una página más. Gurb és un extraterrestre que se extravia en Barcelona y con la apariencia inicial de Marta Sánchez . Su compañero de viaje empieza a buscarlo y le pasan un sinfín d cosas divertidísimas. Esta escrito a modo diario de abordo y suelen ser frases cortas lo q facilita la lectura. Para mi, una lectura compartida imprescindible.
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Es la segunda aventura con el loco del manicomio (cf El misterio de la cripta embrujada), raptado esta vez por el corrupto detective Flores para que resuelva otro enigma. Esta vez Flores no le promete ninguna libertad a cambio de la resolución del caso. El tono en este volumen es menos cervantino, es muy correcto y con excelso vocabulario, lo que no corresponde con el personaje del loco que no tiene nombre. Encontré que este tomo es mucho más divertido que el primero porque hay una comicidad de situaciones bastante irresistible aunque rayana en lo grotesco por lo barroco. |
Un relato divertido en un tonito cervantino. Es el primer tomo con el detective Flores. Un relato desenfadado, desfasado donde un condenado por delito común adema5s que internado en un manicomio es solicitado por el comisario Flores para resolver un enigma. Si el loco lo resuelve, gana su libertad. Hay un desnivel entre el grado de conocimientos del reo y su tono cervantino y lo que él es en realidad. Resulta poco creíble que el fulano pueda mezclarse con los otros personajes. Hay que leerlo al segundo grado y reírse a mandíbula batiente de los percances del pobre loco que al final, vuelve a su manicomio. O tempora, o mores ! |
Riña de gatos. Madrid 1936 es una novela de intriga, de espionaje y conjura en el Madrid pre-alzamiento, una época convulsa no sólo en España sino en toda Europa. La mayoría de las obras de Eduardo Mendoza están ambientadas en Barcelona, en esta ocasión nos traslada a Madrid y nos pasea por sus calles, tascas, tertulias políticas y taurinas, plazas, terrazas, hoteles, sus cafés con churros...Podemos encontrar madrileños castizos con expresiones típicas e incluso con laísmo en algunos de sus personajes que son de lo más variado. El protagonista Anthony Whitelands es un inglés al que llaman Antonio Vitelas, experto en pintura española en especial le encanta Velázquez, que se mete sin enterarse en mil enredos; el Oficial del Ministerio del Interior con el curioso nombre de Marranón, con bastante retranca y que se las sabe todas; los flemáticos caballeros de la embajada inglesa; el cura un tanto politizado y con mentalidad de la época que come la sopa boba; la familia aristocrática que vive muy holgadamente de las rentas, el Marqués de Igualada, la señora Marquesa, que no es como parece; su hija Paquita una señorita bien, a quien su padre considera más lista y espabilada que sus hermanos. Higinio Zamora Zamorano del partido comunista con su peculiar forma de actuar, la Toñina y su madre, el recepcionista del hotel o el mayordomo de los marqueses tan pecularios. Nobles, políticos, militares, policías, espías, y en medio de todo los enredos el inglés. Introduce en una trama enredada y muy bien tejida a personajes reales con cierto protagonismo (José Antonio Primo de Rivera o los generales golpistas Queipo de Llano, Mola y Franco) Enlace: https://lasmilyunahistoriasd.. + Leer más |
Otra muestra más de que Eduardo Mendoza es de lo mejor que ha dado la literatura española en el último siglo.
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En poco más de un día, nuestro detective favorito resuelve un caso sucedido años atrás y, casi como Leopoldo Bloom, en ese tiempo da un repaso a su existencia. El protagonista de El secreto de la modelo extraviada ha crecido, el tiempo ha pasado y ahora “en el ocaso” de su vida recuerda cómo, una vez más, en los años ochenta fue sacado del sanatorio en el que se encontraba para ser, nuevamente, el culpable de una fechoría que a la policía, concretamente al inspector Flores, no le interesaba investigar de verdad. «Te declararé culpable y yo me voy a mi tertulia machista, xenófoba y extraparlamentaria. —¿Culpable de qué, señor comisario? —¿De qué va a ser, idiota? –dijo el comisario–: de asesinato […] —Con el debido respeto, señor comisario, no sé a qué se refiere» […] —¡Ay mísero de mí, joder, ay infelice! –exclamó haciendo gala de su proverbial erudición–. Los Cohibas decomisados no tiran y los criminales se han vuelto respondones. ¡Esto no pasaba en los buenos tiempos!» El protagonista innominado muestra a la perfección el aspecto anodino de la vida, los personajes con los que se relaciona representan el fracaso de los que se desenvuelven en una sociedad que se desintegra, de ahí que a pesar de tener rasgos de novela negra (corrupción, asesinato, mafias) apenas encontremos intriga. No hay grandes héroes, sólo hombres vulgares aparecen en esta pintura realista de la vida cotidiana. Y aquí está la genialidad, conseguir que la autenticidad brote de la parodia, de la ironía, del esperpento. «…ostentaba un poblado bigote que descendía por ambos lados de la boca y su mirada habría sido incisiva si unas gafas oscuras no la hubieran velado». Es cierto que ahora, en el siglo XXI, ya no es ese personaje que corre, literal y metafóricamente, durante días, en calzoncillos para que parezca estar haciendo footing, mientras intenta encontrar al asesino de Olga Baxter y poder salir indemne de la acusación. «Las zapatillas de fieltro se habían resentido de la fricción y los dedos de los pies asomaban impertinentes por las rasgaduras, y la goma de los calzoncillos se había dado y me veía obligado a correr sujetándolos con una mano». Tras más de veinte años decide resolver, aunque sea para él mismo, dicho asesinato, pues en su momento llegó hasta un punto en el que no cuadraba la solución que dieron las autoridades. En la actualidad no corre; probablemente la edad no se lo permita. Ahora trabaja en el restaurante chino de los que en su día, y en La aventura del tocador de señoras fueron sus vecinos. Sin carné ni vehículo, y a su edad, es repartidor, por lo que lleva los pedidos a domicilio en autobús. Allí se dirigía, a la parada, cuando un perro le mordió en la pantorrilla causando la caída del pedido al suelo, el recogido del mismo y el rellenado de los envases. Esto ya me puso nerviosa. Así que cuando, entre unas cosas y otras, entre unas entrevistas y otras, tras llenar varias veces los recipientes con viandas de origen dudoso, consigue llegar al domicilio y obligar al dueño a levantarse de la cama, de madrugada, para que le firme una entrega de sólo dos cajas mugrientas, mis nervios estaban totalmente relajados de reír. Creo que únicamente Eduardo Mendoza es capaz de conseguir que del planteamiento de una situación totalmente absurda se consiga un desenlace de lo más coherente. Es inimitable. No me canso de leer las aventuras, o desventuras, de este histriónico personaje que, como los grandes de la literatura, es menos loco de lo que parece, de hecho, desde sus excentricidades plantea una sociedad desquiciante, porque si él es estrafalario, algunos de los que nos representan rozan el ridículo, de ahí que sus actos sólo quepa exponerlos mediante el desequilibrio. En El secreto de la modelo extraviada no se libra nada ni nadie de los dardos, humorísticos aunque certeros e hirientes, de Mendoza: « Al empezar las obras para convertir las celdas de clausura en pistas de squash y el refectorio en lo que ahora es la piscina cubierta, encontramos dieciséis momias de antiguas abadesas […] ni el obispado se quiso hacer cargo del hallazgo, ni los servicios funerarios del Ayuntamiento, ni el Museo Arqueológico, ni el Museo de Zoología… ¡nadie!. Así que voy y el día de la inauguración del club, con todas las autoridades y toda la pesca, puse a las dieciséis momias en un palco con un letrero que decía: SOCIAS DE HONOR. Ya se puede figurar la que se armó.» Y en esta última aventura más que en ninguna otra esa sociedad, que ya apuntaba trastornada, es exactamente la que tenemos. «Linier y otros prohombres de Barcelona se metieron en una operación de movimiento y blanqueo de capitales para invertir en el futuro de la ciudad. Como visión de futuro no estuvo mal, pero actuaron de una manera tortuosa y chapucera y se acabó enterando todo el mundo.» Mendoza retrata a la Barcelona de los años ochenta, pero es perfectamente extensible al resto del país. Y esto es lo triste, que después de casi treinta años, no hayamos sido capaces de levantar nuestra sociedad sino todo lo contrario. ¿Dónde están, para la gran mayoría, todas las expectativas de un futuro próspero y mejor? ¿Dónde ha quedado el esfuerzo de muchos para disfrutar de lo que les correspondería por derecho? No se sabe aunque sea vox populi, así, medio en broma y muy en serio, nuestro autor lo denuncia: «…al final Linier entró en la cárcel […] Un amigo ministro o presidente de autonomía te puede proporcionar bicocas, pero si te trincan, ni el mismísimo presidente del Gobierno moverá un dedo por ti. En la democracia, otras cosas no digo, pero el encubrimiento está mal visto […] Linier no debió de pasar mucho tiempo entre rejas y al salir, como no había devuelto un céntimo de lo que había chorizado ni nadie se lo reclamó, siguió viviendo con holgura.» Si analizamos la novela desde los temas propuestos, encontramos que el contenido es demoledor: la corrupción gubernamental consigue, por el poder que le ha sido concedido, que aquéllos que nada tienen, los parias de la sociedad, carguen con las infracciones de quienes se ven arropados e inmunes. Así mismo la estulticia no es óbice, sino todo lo contrario, para ostentar cargos relevantes enfocados a dirigir los distintos estamentos que enmarcan la sociedad. Pero afortunadamente el autor es Eduardo Mendoza, por eso es capaz de mostrarnos un asunto desolador mediante una serie de recursos literarios enfocados a hacernos reír. El humor derivado de la incompetencia de los jefes y la sabiduría de los subordinados es inigualable. El humor blanco, que recuerda a la infancia y dota al personaje de una inocencia maravillosa, utiliza como fuente expresiones populares, para crear ostras dispuestas a alegrar nuestro pensamiento y nuestro rostro «Eché a andar hasta la parada de autobuses, y una vez en ella, al no disponer de dinero, seguí hacia el centro de la ciudad haciendo footing.» Las paradojas de una sociedad que nos hace sufrir para mejorar, dibujan una sonrisa en el lector que, de alguna manera, se siente identificado «Como no sabía lo que me aguardaba dentro (en la sauna), de poco me caigo. Miré a mis compañeros y al no advertir alarma por su parte, me repuse y sonreí fingiendo dar por bueno aquel horno malsano». El humor metonímico de las descripciones marca, de manera sagaz, la diferencia entre el continente y el contenido, que no hace sino aniquilar la personalidad del personaje, al igual que la sociedad actual intenta aniquilar la personalidad de sus habitantes: «El recepcionista era un muchacho atlético embutido en una camiseta roja con el logo del club y un distintivo de plástico con su nombre escrito: Mingo». Y si a veces aniquila la personalidad de algún personaje, otras, las más, dota a otros de un temperamento múltiple, o al menos dual, como es el caso de la señorita Westinghouse que, no sólo cambia de sexo y pensamiento según le interese sino que a veces utiliza un lenguaje filosófico, otras científico, notarial, y hasta vulgar, lo que hace que el lector se mantenga extrañado –según un punto de vista literario– ante la galería de personajes que pueblan las páginas de la novela «¡Chicas, chicas, a callar y a estarsus quietas! ¡Y nada de manosear este importante affidávit!» Al variar expresiones hechas consigue, si no quitar importancia a los hechos, sí trivializarlos; de nuevo una técnica de extrañamiento mediante la que el lector reflexiona desde la ironía que propone el autor: «Cuando empezó el bum-bum de la construcción vendió las tierras a una inmobiliaria por una fortuna, pero nunca llegó a ver un real». Otras veces el humor viene de sustituir un término de expresiones mitológicas con significado concreto por otro de sentido actual, que anula el de la expresión «ha renacido de sus cimientos, como el ave Phoenix». Y si nos reímos de la alimentación de una parte de esta sociedad avanzada «De camino a la salida prodigué caricias a unos cuantos niños […] En un banco del parque desayuné un bollicao, dos donuts y un kínder sorpresa», nos reímos de la alimentación de otra parte de esta misma sociedad «Al cruzar la plaza de Cataluña estaba tan desfallecido que una paloma me derribó al rozarme con el ala». Eduardo Mendoza es capaz de reírse de todo y de todos sin que a nadie le siente mal porque aquéllos que se sientan ofendidos serán incapaces de decirlo temiendo el ridículo social que causarían. Nuestro autor lo sabe, por eso califica de absurdas las reuniones de los dirigentes de grandes empresas, las votaciones que no sirven para nada, la manera de prosperar mediante la cosificación de los empleados, la falta de ganas y empeño de la policía para resolver problemas de gente anónima, la tarea inútil de los que no tienen dinero por tener unas condiciones de vida acordes con la época «…mi estado de salud empeoraba [...] Pensé en ir al médico, pero no soy de ninguna mutua». El absurdo de esta última novela de Mendoza tiene menos de esperpento y más del teatro del absurdo de los comienzos de Mihura, el de Jardiel, aquél que marcaba una sonrisa y ésta a su vez, a veces, se convertía en una mueca de tristeza «Nuestro hijo vive en Australia […] allí hay un montón de oportunidades para la gente joven […] antes teníamos una estufa eléctrica. Hará cosa de un lustro se averió […] De todas formas, confío en solucionar pronto el problema, porque mi hijo vendrá a visitarnos dentro de un año o dos y ya verá como lo primero que hará, en cuanto llegue, será comprar una estufa nueva». Creo que al desvelar El secreto de la modelo extraviada, Mendoza nos ha desvelado a todos lo que muchos pensamos pero pocos dicen: el mal funcionamiento de las ciudades, la desidia de algunas multinacionales, el pésimo ejercicio penal que permite a los asesinos incumplir las condenas, la corrupción en todos los niveles del funcionariado, no son más que el fruto de lo que hemos ido cosechando: «…un programa de televisión […] lo lleva un exmilitar que despotrica sin razón de todo y de todos. Es un cabrón y un majadero, no lo niego, pero difícilmente podría ser de otro modo: cada país tiene los políticos que se merece y lo mismo sucede con los críticos». Si ya tenía en lo más alto a Eduardo Mendoza, después de esto propongo formar el clan Mendocista. Enlace: http://elblogaurisecular.blo.. + Leer más |
¿A quien baila Raquel en la fiesta en la casa de los hidalgo?