Edna O`Brien

Ella siempre había pensado que las personas que alguna vez se habían amado conservaban el más mínimo rastro de ello en su ser , pero él no . Estaba libre de ella . Marcada , por supuesto , pero libre de una manera que ella no lo era . Todavía la unía el miedo , la necesidad sexual , lo que ella conocía como amor .

Muchas habían huido del horror, de países a los que jamás regresarían, mientras otras aún añoraban su tierra. Todas atesoraban los recuerdos y la esencia de su primer lugar en el mundo, que no compartían con nadie. Para Fidelma se trataba de un recuerdo insignificante: el de la hierba joven bañada por el sol matinal y el rocío nocturno; luz y agua interactuaban como en un prisma, y también las hojas superiores de un fresno que desprendían un halo diamantino por la lluvia, y el verdor circundante protector, vasto, envolvente. Fue su última mañana en el convento, y habían celebrado misa por su secreto propósito.

La gente se enamora de Irlanda (…) Los visitantes hablan y conversan con los oriundos, pescan, cazan aves salvajes, comen pan moreno, beben de pozos sagrados, besan piedras de los deseos; experimentan un auténtico deslumbramiento, pero nunca el deseo de quedarse.

"Por la noche, cuando me tumbo despierta, contemplo el cielo. Una amplísima extensión de cielo violeta, un país de belleza que se ha convertido en un lugar de congoja. Tantas chicasmuertas… El triste susurro de los árboles".
"¿Habrá presenciado Dios lo que ha ocurrido y lo habrá escrito en su enorme libro de cuentas para el día del Juicio Final? «Dios mío, vacíame de él. No pido tanto…».
¿Conoceré alguna vez el idioma del amor? ¿Volveré a saber alguna vez lo que es un hogar?"
"Contuve las lágrimas, avergonzada. ¿Qué le había sucedido a la chica que fui? Se había esfumado. Ya no me quedaba amor en el corazón. Quería morirme. «Quiero morirme», susurro. No sabía lo que decía. No sabía que la
muerte estuviera tan próxima, que pendiera sobre nosotras".
"todas deseaban tener noticias de sus chiquillas. ¿Cómo iba a contarles la verdad?, ¿cómo iba a decirles que algunas chicas habían muerto al parir y otras en diferentes bombardeos, que otras habían sido enviadas a
campamentos remotos y, lo más escalofriante de todo, que algunas habían elegido quedarse en el campamento, donde estaban los agradecidas de tener al menos una comida al día?"

Webster no para de hablar de las virtudes y elevados principios de su esposa, cuya moralidad compara con la de Cristo. Ante el comentario, Byron, con la confianza que da el clarete, se carcajea tan estentóreamente que su anfitrión se ofende.

"Como escritora se me consideraba lasciva e irracional, con una gama de temas estrecha y obsesiva, una mera mezcolanza de tópicos destinada a los extranjeros. Según las críticas, no era capaz de poner ninguna experiencia en perspectiva; la misma historia se repetía hasta la saciedad. Una periodista inglesa, de evidente ascendencia irlandesa, juzgaba mi prosa de "asfixiante", y, con la sensibilidad de una chismosa provinciana, afirmó que había hecho bien en irme de Irlanda."

Antes de llegar a Malta envió otro mensaje a sir Alexander Ball, gobernador de la isla, porque creía que, a causa de su condición, saludarían su llegada con una salva de artillería. Los demás pasajeros desembarcaron y Hobby y Byron se quedaron a bordo, aguardando. Al atardecer, y tras comprobar que el honor que esperaban no llegaría, remaron en un bote hasta el puerto. Byron lo hizo abatido y en silencio.

Se había situado a la altura del mítico héroe griego Leandro, quien, según Ovidio, «siguiendo el impulso imperioso del amor», cruzaba el estrecho todas las noches para visitar a su amada, la sacerdotisa Hero, que habitaba en la torre de Sestos. Byron, restando potencia al mito, llegó a la conclusión de que la capacidad amorosa de Leandro tenía que verse muy mermada después de tanta brazada.

Están allí porque no tienen ningún sitio adonde ir. Un puñado de don nadies, simples números en un papel o en un ordenador, los atormentados, los perseguidos, los violados, los vencidos, los mutilados, los proscritos, los pecios de este mundo, incapaces de volver a su hogar, dondequiera que ese hogar se encuentre.

tristísimas historias contienen esas miradas pensativas. [...] Esta consternación será lo que Fidelma recordará y por la que aullará, en mitad de la noche, en cualquier hospedaje donde pretendan encontrarla.