Poesía completa de Edgar Allan Poe
¡Oh, ella merecía todo el amor! El amor -como fue el mío en la niñez- |
Poesía completa de Edgar Allan Poe
¡Oh, ella merecía todo el amor! El amor -como fue el mío en la niñez- |
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Poesía completa de Edgar Allan Poe
Desprecio que aquel mi terrenal hado tenga tan poco de terrenal que hayan sido olvidados los años del amor en la desidia de un instante; no me aflige que los solitarios sean más felices, amor, que lo soy yo, sino que te aflijas tú por el hado de quien no es sino errante. |
Poesía completa de Edgar Allan Poe
¿Deseas ser amada? ¡Que tu corazón pues, no se deje de esta senda! Sé lo que ahora eres, nunca seas lo que no eres. De este modo, tu gentileza con el mundo, tu gracia, tu más que excelsa belleza, serán tema infinito de loa, y el amor, mero servicio. |
Poesía completa de Edgar Allan Poe
Cuando las gemas de tu pensamiento me devuelven tan inmaculados orbes y tu corazón los atesora, me cuesta saber a qué mayor altura conceder: si a tus brillantes ideas o a tus amados ojos brillantes. |
Berenice de Edgar Allan Poe
Igual que en la ética el mal es consecuencia del bien, en realidad de la alegría nace la tristeza. O la memoria de la dicha pasada es la angustia de hoy, o las agonías que son se originan en los éxtasis que pudieron haber sido.
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El gato negro de Edgar Allan Poe
No espero que nadie crea el pequeño y simple relato que voy a escribir, mañana voy a morir y quiero de algún modo aliviar mi alma.
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El cuervo de Edgar Allan Poe
Y el impávido cuervo osado aun sigue, sigue posado, en el pálido busto de Palas que hay encima del portal; y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña, cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal; y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal, no se alzará...¡nunca más! |
El cuervo de Edgar Allan Poe
It was many and many a year ago, In a kingdom by the sea, That a maiden there lived whom you may know By the name of Annabel Lee; And this maiden she lived with no other thought Than to love and be loved by me. I was a child and she was a child, In this kingdom by the sea, But we loved with a love that was more than love— I and my Annabel Lee— With a love that the wingèd seraphs of Heaven Coveted her and me. And this was the reason that, long ago, In this kingdom by the sea, A wind blew out of a cloud, chilling My beautiful Annabel Lee; So that her highborn kinsmen came And bore her away from me, To shut her up in a sepulchre In this kingdom by the sea. The angels, not half so happy in Heaven, Went envying her and me— Yes!—that was the reason (as all men know, In this kingdom by the sea) That the wind came out of the cloud by night, Chilling and killing my Annabel Lee. But our love it was stronger by far than the love Of those who were older than we— Of many far wiser than we— And neither the angels in Heaven above Nor the demons down under the sea Can ever dissever my soul from the soul Of the beautiful Annabel Lee; For the moon never beams, without bringing me dreams Of the beautiful Annabel Lee; And the stars never rise, but I feel the bright eyes Of the beautiful Annabel Lee; And so, all the night-tide, I lie down by the side Of my darling—my darling—my life and my bride, In her sepulchre there by the sea— In her tomb by the sounding sea. + Leer más |
El corazón delator de Edgar Allan Poe
¿No les he dicho, que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos?
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Los crímenes de la calle Morgue de Edgar Allan Poe
(…) donde la casualidad de estar ambos en busca del mismo libro, un volumen muy raro y en extremo valioso, nos llevó a iniciar una relación estrecha.
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El relato de Arthur Gordon Pym de Edgar Allan Poe
El ballenero entró en el puerto a las nueve de la mañana, después de haber tenido que luchar contra uno de los vientos más fuertes que jamás se haya conocido en los mares de Nantucket.
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Edgar Allan Poe
Después de varios meses de enfermedad, me sentía convaleciente y con el retorno de mis fuerzas, notaba esa agradable disposición que es el reverso exacto del ennui; disposición llena de apetencia, en la que se desvanecen los vapores de la visión interior —αχλυς ος πριν επηεν— y el intelecto electrizado sobrepasa su nivel cotidiano, así como la vívida aunque ingenua razón de Leibniz sobrepasa la alocada y endeble retórica de Gorgias. El solo hecho de respirar era un goce, e incluso de muchas fuentes legítimas del dolor extraía yo un placer. Sentía un interés sereno, pero inquisitivo, hacia todo lo que me rodeaba. Con un cigarro en los labios y un periódico en las rodillas, me había entretenido gran parte de la tarde, ya leyendo los anuncios, ya contemplando la variada concurrencia del salón, cuando no mirando hacia la calle a través de los cristales velados por el humo. Dicha calle es una de las principales avenidas de la ciudad, y durante todo el día había transitado por ella una densa multitud. Al acercarse la noche, la afluencia aumentó, y cuando se encendieron las lámparas pudo verse una doble y continua corriente. (El hombre de la multitud) + Leer más |
El cuervo de Edgar Allan Poe
Entonces empujé la persiana y, con un tumultuoso batir de alas, entró majestuoso un cuervo digno de las pasadas épocas. El animal no efectuó la menor reverencia, no se paró, no vaciló un minuto; pero con el aire de un Lord o de una Lady, se colocó por encima de la puerta de mi habitación; posándose sobre un busto de Palas, precisamente encima de la puerta de mi alcoba; se posó, se instaló y nada más.
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El gato negro de Edgar Allan Poe
(…) Me acerqué y vi, a modo de un bajorrelieve esculpido sobre la blanca superficie, la figura de un gigantesco gato. La imagen estaba copiada con una exactitud realmente maravillosa. Rodeaba el cuello del animal una cuerda. Apenas hube visto esta aparición— porque yo no podía considerar aquello más que como una aparición—, mi asombro y mi terror fueron extraordinarios. (…) |
La caída de la casa Usher de Edgar Allan Poe
Por qué, me pregunté, la casa de Usher me hacía sentir tan triste? Nunca encontré respuesta.
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Berenice de Edgar Allan Poe
En la extraña anomalía de mi existencia, los sentimientos en mí nunca venían del corazón, y las pasiones siempre venían de la inteligencia.
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El demonio de la perversidad de Edgar Allan Poe
Estamos al borde de un precipicio. Miramos el abismo, sentimos malestar y vértigo. Nuestro primer impulso es retroceder ante el peligro. Inexplicablemente, nos quedamos. En lenta graduación, nuestro malestar y nuestro vértigo se confunden en una nube de sentimientos inefables. Por grados aún más imperceptibles esta nube cobra forma, como el vapor de la botella de donde surgió el genio en Las mil y una noches. Pero en esa nube nuestra al borde del precipicio, adquiere consistencia una forma mucho más terrible que cualquier genio o demonio de leyenda, y, sin embargo, es sólo un pensamiento, aunque temible, de esos que hielan hasta la médula de los huesos con la feroz delicia de su horror. Es simplemente la idea de lo que serían nuestras sensaciones durante la veloz caída desde semejante altura. Y esta caída, esta fulminante aniquilación, por la simple razón de que implica la más espantosa y la más abominable entre las más espantosas y abominables imágenes de la muerte y el sufrimiento que jamás se hayan presentado a nuestra imaginación, por esta simple razón la deseamos con más fuerza. Y porque nuestra razón nos aparta violentamente del abismo, por eso nos acercamos a él con más ímpetu. No hay en la naturaleza pasión de una impaciencia tan demoníaca como la del que, estremecido al borde de un precipicio, piensa arrojarse en él. Aceptar por un instante cualquier atisbo de pensamiento significa la perdición inevitable, pues la reflexión no hace sino apremiarnos para que no lo hagamos, y justamente por eso, digo, no podemos hacerlo. Si no hay allí un brazo amigo que nos detenga, o si fallamos en el súbito esfuerzo de echarnos atrás, nos arrojamos, nos destruimos.
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El demonio de la perversidad de Edgar Allan Poe
La última hora para la acción está al alcance de nuestra mano. Nos estremece la violencia del conflicto interior, de lo definido con lo indefinido, de la sustancia con la sombra. Pero si la contienda ha llegado tan lejos, la sombra es la que vence, luchamos en vano.
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El nombre de la nación desde donde se organizan los juegos cada año es...