El último barco de Domingo Villar
Una perrilla blanca que apenas levantaba un palmo del suelo aprovechó el resquicio abierto por su dueña para escaparse. ―La jodimos ―murmuró Rafael Estévez al verla salir. ―No se preocupe, Medusa no hace nada ―sonrió la mujer antes de desaparecer en el interior de la vivienda. Al principio la perra se alejó correteando por el atrio pero, como Estévez había sospechado, en cuanto husmeó su presencia en el aire regresó a la carrera para concentrarse en él. |