RÉQUIEM PARA UN CORAZÓN DE CRISTAL de David Lindsey
Si no hubiera nada después, por lo menos los últimos pensamientos habrían surgido en medio de los sonidos y las imágenes y los olores de una ciudad hermosa. Cualquiera podía darse cuenta de que esa ciudad era hermosa, los ricos, los pobres, los saludables, los moribundos. París era un buen lugar para morir.
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