Los exiliados de David Barbaree
Odio a los putos romanos. Odio su pelo corto, sus caras peladas. Odio su grosería, su lascivia, su apetito infinito de sexo, comercio y bebida. Odio sus acentos, el del norte, el del sur, el patricio, el plebeyo..., Todos y cada uno son un ataque para los oídos, una daga para la paz mental. Odio cómo se visten, los colores vivos, la piel desnuda: brazos, hombros, pantorrillas sin pelos, cinco octavas partes de muslo... Odio el imperio, hasta el último trocito. Odio el calor opresivo de los veranos, los tentáculos de humedad pegajosos que empañan los pulmones y sofocan el pecho. Odio las asquerosas calle repletas de pobres harapientos. Odio a la gente: pintores, panaderos, soldados, taberneros, criadas, chambelanes, cocineros, carniceros, bataneros..., unos sinvergüenzas todos, del primero al último. |