El guerrero a la sombra del cerezo de David B. Gil
Cuando hubo concluido, se quedó observando la sandalia que reposaba en su regazo. Carecía de la perfección de la trenzada por su silencioso mentor, la cuerda no estaba tan junta ni los nudos parecían tan firmes, pero era una waraji, y la había hecho él.
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