La chica nueva de Daniel Silva
Costaba imaginar que más allá de la frontera con Siria, a escasa distancia de allí, reinaban el caos y la guerra civil. O que a unos quince kilómetros al este, sobre el huesudo espinazo de las colinas, se hallaba una de las poblaciones palestinas más conflictivas de Cisjordania. O que la Franja de Gaza, aquel festón de miseria y resentimiento, quedaba a menos de una hora en coche por el sur. En el Tel Aviv elegante y moderno, se dijo Sarah, podía perdonárseles a los israelíes que creyeran que el sueño del sionismo se había logrado sin coste alguno.
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