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El padre de tus hijos de Daniel Gascón
De manera bastante natural, empezaron a pasar juntos casi todas las pausas de las mañanas. Se sentaban siempre en la misma mesa de una cafetería que había a poca distancia de la oficina. Él se daba cuenta de que era lo que más le gustaba del trabajo. Y, después de unos años de cansancio, notaba que algunos días le hacía ilusión conducir hacia la oficina y pensar en los temas de conversación que le propondría a Isabel. No solo hablaban de literatura. Charlaban mucho del trabajo. Pero los libros les permitían compartir bromas, le daban algo de encanto al oficio y también posibilitaban cierta intimidad.
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