El símbolo perdido de Dan Brown
Desde los tiempos de Miguel Àngel los escultores ocultaban las imperfecciones en sus obras introduciendo cera caliente en las grietas para después frotarla con polvo de piedra pómez. El método se consideraba tramposo y, por tanto, las esculturas sin cera -literalmente sine cera- se tenían por una obra de arte sincera. La locución perdura, y a día de hoy continuamos utilizando el adverbio sinceramente para expresar que lo dicho o escrito no tiene cera y que nuestras palabras dicen la verdad.
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