La nostalgia de la mujer anfibio de Cristina Sánchez-Andrade
Cuando se levantaba la veda, la playa se llenaba de mujeres. De rodillas o sumergidas en el agua hasta la cintura, rastrillaban los arenales.
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La nostalgia de la mujer anfibio de Cristina Sánchez-Andrade
Cuando se levantaba la veda, la playa se llenaba de mujeres. De rodillas o sumergidas en el agua hasta la cintura, rastrillaban los arenales.
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La nostalgia de la mujer anfibio de Cristina Sánchez-Andrade
Allí no era Lucha, esposa, madre, ahora abuela, ni la percebeira, ni la redera. Allí, sentada frente al horizonte, solo volvía a ser aquella muchacha de dieciséis años que había ido a buscar el velo que le arrebató el viento.
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Ya no pisa la tierra tu rey: 353 de Cristina Sánchez-Andrade
Aprendimos que la riqueza no existe si no es por comparación con la pobreza, que la belleza casa bien con la fealdad y que, en su ambición por las alturas, el abnegado necesita de la admiración del vago. Aprendimos a complementarnos. Aprendimos que el trabajo es necesario, que el aburrimiento del trabajo rutinario y obligatorio no tiene en absoluto que ver con el aburrimiento del que no tiene absolutamente nada que hacer.
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La nostalgia de la mujer anfibio de Cristina Sánchez-Andrade
¿Y si un día recordamos una cosa y al siguiente otra? O ¿y si no estamos seguros de que sean de verdad recuerdos? ¿Eh?, ¿qué me dice? ¿Uno se puede inventar los recuerdos?
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La nostalgia de la mujer anfibio de Cristina Sánchez-Andrade
-La memoria, señoras y señores, miente. Y, cuando no miente, es caprichosa: muchas veces selecciona los recuerdos que precisamente no sirven para nada. -Volvió a mirar a Lucha a los ojos-. De todas formas... debe saber usted una cosa. Vivimos de forma paralela dos vidas. Una es la que tenemos aquí, al alcance de la mano; la otra es la que pudo haber sido y, como no fue, pervive en forma de sueños, imágenes o incluso recuerdos.
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La nostalgia de la mujer anfibio de Cristina Sánchez-Andrade
Nadie vivirá nuestra vida, nadie morirá nuestra muerte, nadie dirá nuestras palabras y nadie querrá al otro con nuestro corazón...
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La nostalgia de la mujer anfibio de Cristina Sánchez-Andrade
Se habían pasado la vida así, estirándose y agachándose para encontrar el punto intermedio en el camino hacia la ternura.
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La nostalgia de la mujer anfibio de Cristina Sánchez-Andrade
No entendía lo que le pasaba. Estaba irascible y sentía una presencia constante. Era anhelo, y no quería luchar sino entregarse a él. Estaba borracha de anhelo, pero necesitaba sentirlo, gozar del dolor, caer en el agujero profundo de su ser, bajar y bajar y bajar.
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La nostalgia de la mujer anfibio de Cristina Sánchez-Andrade
Los hombres, y en concreto aquel, que siempre le habían parecido despreciables, ahora le resultaban elegantes y divertidos. Empezó a ver el mundo de otra manera. Más brillante y limpio. Suspiro y no abismo. Por primera vez, reparó en las puestas de sol rosadas, en el sonido del mar, en el tintineo de los cencerros de las vacas y en el olor a hinojo que descendía de los pinares. Y la música, que nunca le había interesado, era ahora una fuente de placer y de entretenimiento. El sexo, un paisaje exuberante por desbrozar con machete.
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La nostalgia de la mujer anfibio de Cristina Sánchez-Andrade
Un hombre que se hacía llamar Ziggy Stardust, ¿Ziggy qué? Estar, é como estar, estar dous, non sabe?, pero al que nadie llamaría así, entre otras cosas porque los lugareños eran incapaces de pronunciar ese nombre.
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La nostalgia de la mujer anfibio de Cristina Sánchez-Andrade
Lucha aspiraba el olor que él traía de los clubs de alterne del puerto: a sudor, a maquillaje sofocante y pesado, a lo que huele la soledad del hombre en la piel de la mujer.
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Ya no pisa la tierra tu rey: 353 de Cristina Sánchez-Andrade
Pero de ilusiones se vive, ¿verdad?, al menos por una temporadita, y a mí esas ilusiones me han hecho feliz. Aunque las ilusiones sean como la madera carcomida: arden y se queman al primer contacto con la realidad.
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Alguien bajo los párpados de Cristina Sánchez-Andrade
Te voy a decir una cosa, porque tan vulgar es la indiferencia como las lágrimas más sentimentales. Por si aún no te has enterado con todo lo que te dije… Te quiero .Hale, ya está dicho. Debería haberlo dicho antes, mucho antes. Pero tenía miedo. Miedo de quererte. Miedo de que te marcharas, de que me traicionaras como todos los demás. Por encima de todo, no sabía que el amor es un animal voraz que necesita su alimento diario
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Gregorio Samsa es un ...