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Mi hermana Elba y los altillos de Brumal de Cristina Fernández Cubas
"Los hechos, según Arganza, ocurrieron hace unos veinte años en una población del interior de no más de mil almas. Era su primer destino, y mi buen amigo, recién salido de una universidad en la que no había destacado precisamente por su amor al estudio, sentía auténticos accesos de terror cuando, fuera de las horas de consulta, alguien golpeaba la puerta de la casa y voceaba su nombre. En aquellos momentos Arganza palidecía, se ponía a temblar como una hoja, y pronunciaba en voz alta las únicas palabras capaces de devolverle la fe en sí mismo: 'Ojalá no sea nada'. Luego, un tanto más calmado, bajaba las escaleras y abría la puerta de la calle. Pero se guardaba muy bien de dejar traslucir la segunda parte de su inconfesable deseo: '...O todo lo contrario. Ojalá esté muerto'." (La noche de Jezabel, pág.173).
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