Donde braman los vientos de Constanza Chesnott
No temas —susurró contra mi boca—. Nada podrá separarnos, ni siquiera la muer… —Lo acallé con un beso y las lágrimas brotaron amargas de lo más profundo de mi ser. —No lo digas, trae mala suerte. —A tu lado no le temo a nada. Y sin embargo, yo le temía a todo. No me lo arrebates, Dios mío, por favor. |