La esfinge maragata de Concha Espina
Había en su rostro infantil, quebranto y languidez; los ojos, despiertos y tristes, pedían clemencia en mudo lenguaje; los bracitos desnudos, agitados en la patética oratoria, se abrían como en demanda de un abrazo, con la desolada expresión de quien siente una infinita necesidad de reposo y de auxilio.
|