Una suerte pequeña de Claudia Piñeiro
Mariano y yo nos casamos muy jóvenes. Teníamos los dos la misma edad: veintitrés años. Y estábamos enamorados. O eso creíamos. El tiempo te enseña que no hay una sola definición para el amor. A esa edad es más difícil saberlo, a esa edad el amor es el amor, y punto. Pero muchas veces uno no se enamora del otro, sino de uno mismo enamorado. O de lo que implica estar enamorado, de los beneficios secundarios. Uno quiere estar enamorado, entonces lo está.
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