Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Nunca hemos de avergonzarnos de nuestras lágrimas, porque son la lluvia que limpia el cegador polvo de la tierra que recubre nuestros corazones endurecidos. Me encontré mejor después de llorar que antes, y me sentí más triste y estuve más convencido de mi ingratitud, así como también fui desde entonces más cariñoso.
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