David Copperfield de Charles Dickens
–¡Cállese de una vez, señor! –exclamó mi tía, muy agitada–. ¡Ni se le ocurra decir eso! No estoy nada nerviosa. Si es usted una anguila, señor, compórtese como tal. Si es usted un hombre, ¡controle sus brazos y sus piernas! ¡Dios mío! –añadió, furiosa–. ¡No permitiré que una especie de serpiente... o de sacacorchos... me saque de mis casillas!
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