El mañana empieza hoy de Cecelia Ahern
Con el objeto de que las hormigas encuentren el camino más seguro hasta la comida, una de ellas sale sola. Cuando esa hormiga solitaria ha encontrado el camino, deja un rastro químico para que el resto lo siga. Cuando uno pisa una hilera de hormigas o, algo menos psicótico, si uno interfiere en ese rastro químico de la manera que sea, ellas se vuelven locas. Las que se quedan atrás dan vueltas desesperadamente, aterradas, intentando recuperar el rastro. Me gusta verlas, al principio completamente desorientadas, correteando como locas, chocándose mientras tratan de averiguar por dónde ir, luego se reagrupan, se reorganizan y al final retoman el sendero en línea recta como si no hubiera pasado nada.
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