El Secreto de San Lorenzo de Carolina Savard
Y a pesar de la rabia que sentía por el antipático de Marginea, Alicia no podía dejar de pensar en él. Cerraba los ojos y era su imagen la que venía a su mente. No podía evitarlo, la antipatía que sentía por él sucumbía ante los recuerdos de cuando Eduardo se había comportado amablemente con ella. Alicia suspiró en medio de la oscuridad de la noche. Lo que estaba comenzando a sentir no podía ser.
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