Somos luces abismales de Carolina Sanin
He pensado también que lo que se pierde para siempre, tras cada generación que pasa y muere, es la manera como hablamos. Solo podemos saber cómo habla quien nos habla, a quién oímos vivo. Nadie del futuro sabrá cómo hablábamos los muertos, sino apenas cómo decidimos escribir: cómo me gustó imaginar que sonaríamos leídos por los próximos [...] La conversación, lo que nos oímos unos a otros, es la intimidad definitiva, tan mortal como el aliento.
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