Carole Martinez nos captura en las redes de su talento de narradora poniéndolo al servicio de una reclusa de siglo XII, Esclarmonda. Volve a coser y poner unos despúes de otros, bordar los murmullos que Esclarmonda lo susurra a través de « el rumor eólico que inclina los hierbajos… ». La autora aguza los oidos para escuchar a « los murmullos, hilillos de voz entrelazados… Palabras jamás escritas, pero, aun así, anudadas unas a otras y estirándose con suave zumbido. » Esclarmonde así va a poder decir, a través de los siglos, su deseo de libertad, su amor desbordante de la vida, su sensualidad y abrer al espacio de su estrecha celda donde no estaba completamente aislada, cortada del mundo. A pesar de su reclusión, vivirá una vida con alegrías y penas como todos. Y sobretodo, habrá ganado su libertad, dejará de ser dependiente de los hombres, especialmente con su padre. |