Las mil y dos noches de Carole Geneix
El destino le había deparado la gracia de cruzarse en el camino de esta rusa [...]. Mas nadie era tan candoroso como para creerla: a buen seguro, huía de los bolcheviques que, en el Imperio ruso, arremetían contra las personas de «ilustre cuna» como ella, esos terratenientes que llevaban siglos avasallando a sus mujiks a lo largo y ancho de miles de kilómetros de estepas y tundras. Pero con ella nunca se sabía. Jamás hablaba de su pasado. |