La bestia de Carmen Mola
Clara sonríe y mira al cielo desde la cueva. A las nubes que lo motean y hacia donde asciende el olor del guiso y el alma de Cándida para convertirse en ese pájaro de colores. Lucía sabe que ha conseguido que el dolor de Clara sea más llevadero, pero también es consciente de que, después de hoy, habrá un mañana. La muerte se convertirá en un dolor soportable, pero no así el hambre. Los quince reales que había conseguido se perderán en pagar un trocito de arena en el cementerio de San Nicolás, el más cercano a las Peñuelas. Y ¿de qué vivirán luego?
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