Carmen Amil

(…) Te buscaba a ti, sólo que no lo sabía.

–¡Por una Navidad de cuento!
–¡Y por todas las que están por venir!

–Nunca pensé que viviría para ver esto –dice Sole.
–Dramática como ella sola.

Hay brechas tan profundas que jamás llegan a cerrarse.

La risa , a veces , acaba por diluir el miedo.

A veces la peor respuesta es un simple silencio.

–Estás preciosa de cualquier forma –le dije yo, con más intensidad de la que pretendía.
Ella me miró con ternura, como si lo hubiera dicho por quedar bien. Pero era cierto. En lo que a mí respecta, Eli podría ponerse una bolsa de basura en la cabeza y la hubiera visto igual de bonita. Ay, señor, qué empalague tenía encima.

–Creo que yo me he enamorado de tu capacidad para hacer que los demás vuelvan a creer en la magia.

–Como alcaldesa, como vecina y... como madre, os prometo que, de ahora en adelante, celebraré la Navidad en el fondo de mi corazón, y me esforzaré en conservar su culto.

–Lo último es de Dickens –matiza Sole, al lado de Ángel.

–Te escucho pensar desde mi cabeza.
–Me ha dado una crisis existencial.

No odia la Navidad. Es que, desde que era una niña muy pequeña, nadie ha sabido disfrutarla con ella.

–Mi abuelo siempre me compraba castañas cuando era pequeña.
Entonces, el recuerdo de una conversación con ella me atraviesa. Y lo comprendo. No es que mi madre sea el Grinch. Es que, desde que su abuelo murió, nadie celebró la Navidad con ella. Sus padres trabajaban y viajaban mucho, y no distinguían un día de otro.

Los silencios solo son incomodos cuando uno se empeña en que lo sean. Si no, son un buen momento para disfrutar de la música , del paisaje o de la compañía del otro.

Sí, como un terremoto. Quiero hacer temblar los cimientos de toda tu existencia.

Noté sus dedos en mi pelo. No era nada sexual. Era ternura. Era cariño del que duele cuando te falta en casa. Eran sus dedos paseando por los mechones de mi pelo enredado. Era una caricia casi demasiado suave, de esas que apenas se notan pero que revuelven por dentro.

A veces la amistad se reduce a quedarse como un mero espectador de la vida de tus amigas, deseando con todas tus fuerzas que todo les salga bien, pero quedándote cerca por si en algún momento se caen y necesitan una mano para volver a levantarse.

No dejes que los demás te digan en qué eres buena. No deberías dejar de hacer algo que te gusta solo porque la sociedad no te valora. No seas cobarde.

Eli, era, como un día dijo Desmond Hume, mi única constante cuando todo iba mal

No se puede correr detrás de nadie.

A veces la amistad se reduce a quedarse como un mero espectador de la vida de tus amigas, deseando con todas tus fuerzas que todo les salga bien, pero quedándote cerca por si en algún momento se caen y necesitan tu mano para volver a levantarse.