Panteón de Carlos Sisí
Tanto Ferdinand como Malhereux habían nacido y crecido en una época en que la economía de los materiales imperaba sobre todo lo demás. El diseño se sometía a la funcionalidad y se prescindía completamente de los ornamentos como no fuera en paraísos turísticos a los que jamás tuvieron acceso. Aquella sala, completamente diáfana, destilaba elegancia. Los paneles amarillentos parecían irradiar una suave luminiscencia dorada que teñía la hermosa piedra negra del suelo, las columnas y las paredes. —Fer, ¿qué hace esto aquí? —preguntó al fin. —No lo sé, amigo. |