El laberinto de los espíritus de Carlos Ruiz Zafón
Cada día estaba más convencido de que la buena literatura tenía poco o nada que ver con quimeras triviales como la inspiración o el tener algo que contar y más con la ingeniería del lenguaje, con la arquitectura de la narración, con la pintura de las texturas, los timbres y los colores de la construcción, con la fotografía de las imágenes y con la música que podía producir una orquesta de palabras.
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