Una maldición oscura y solitaria de Brigid Kemmerer
La he tocado sin pensar. Ha sido descuidado. Y tiene razón, he tenido más de trescientas mujeres con las que practicar. Debería haberlo sabido. Pero durante un breve instante, olvidé la maldición. Olvidé que ella no es sólo una simple joven que despierta curiosidad con cara palabra que sale de su boca. Por un breve instante, recordé. Recordé lo que era querer tocar a una chica, y no como parte de una seducción cuidadosamente planeada para llevar a la joven a romper este maleficio. |