Viento de otoño de Brenna Watson
En ese instante. Duncan deseó que una partida de ingleses entraran en sus tierras y tuviera que salir a defenderlas. No, mejor un batallón. Que diantres, todo el ejército del maldito rey Eduardo podía venir a llamar a sus puertas y él acudiría agradecido, antes que enfrentarse a aquella criatura diabólica que se le estaba metiendo en algún rincón entre el pecho, el alma y la entrepierna.
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