Ceniza en la boca de Brenda Navarro
Extrañaba ese sentimiento de comunidad de sabernos unos pinches desgraciados, inútiles, soberbios, apasionados. Ajá, apasionados, porque para sobrevivir necesitábamos mucha pasión, pasión que da el hambre, el cansancio, el hartazgo. Pasión era lo que nos hacía levantarnos a las seis de la mañana, y odiar el tráfico de dos horas, y el ruido de los microbuses, y el olor del de al lado, y el malhumor del otro, el estómago gruñéndonos a todos por igual.
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