Drácula de Bram Stoker
Los dos guardamos silencio un rato y, mirando hacia la ventana, vi el primer albor del amanecer. Todo parecía imbuido de una quietud extraña, pero al escuchar con atención oí lo aullidos de muchos lobos, como si estuvieran abajo, en el valle. Al conde le brillaron los ojos y dijo: - Escuche... los hijos de la noche. ¡Qué música la suya! |