Los compases del tiempo de Bianca Aparicio Vinsonneau
Tenían nombres, familias y pasado. Lo que no tendrían ya era un futuro. Tras de sí quedaban unas mujeres que los añorarían el resto de sus días mientras deambulaban por unos hogares a los que ellos no volverían, dando vueltas a su insomnio en camas frías porque añoraban la tibieza de otra piel entre las sábanas, acunando en sus pechos a unos niños que no los olvidarían porque ellas no lo permitirían. Cada noche, en la intimidad, se repetirían en un murmullo los nombres de aquellos cuyos cuerpos desmadejados habían acabado en una fosa común abierta en la misma tierra por la que habían luchado y que ahora les acogía como semillas. Semillas de las que siempre brotaba el mismo fruto: mujeres de negro, mudas, mansas solo en apariencia porque por dentro seguirían siendo los férreos cimientos que impedían el derrumbe de los suyos.
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