Olga de Bernhard Schlink
El mundo se había convertido en un lugar ruidoso con los nazis, que había instalado por todas partes altavoces por los que a todas horas se oían discursos, marchas y proclamas que lo perseguían a uno fuera donde fuera. Aunque no hay nada tan malo que, con tal de no oírlo, uno prefiera dejar de oír también lo bueno.
|