Casaca roja de Bernard Cornwell
Los casacas rojas habían llegado al abrigo de la cálida noche, en silencio, y el enemigo estaba cerca. —¡Seguidme! Una vez más la orden fue un susurro. La compañía de Sam abandonó el sendero y se adentró en la negrura del bosque. Todos intentaban caminar en silencio, pero las ramas crujían, las agujas de pino secas chascaban y, en una ocasión, la culata de latón de un mosquete chocó con estruendo contra el tronco de un pino. |