Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Más que los dolores reumáticos molestaba al enfermo el no tener con quien hablar, pues la mujer que le servía, una tal doña Brígida, patrona o ama de llaves, era muy displicente y de pocas palabras. No poseía Estupiñá ningún libro, pues no necesitaba de ellos para instruirse. Su biblioteca era la sociedad, y sus textos, las palabras calentitas de los vivos.
|